domingo, 29 de agosto de 2010

Dame la mano


En cierta manera, yo sabía todo esto desde hace mucho tiempo. En realidad la anticipación llegó un día, en forma divina. Nadie podría haberlo esperado. Fortuna hizo su aparición en mis sueños, vestida de Inmaculada, toda llena de oro,- Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir. Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida a tu pueblo y la casa paterna, prendado está el rey de tu belleza; póstrate ante él, que él es tu Señor. Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real. La alegría saltó en mi pecho. Siempre recuerdo su imponente figura de aristócrata decadente, con todas las galas de verano, frente al pueblo, sintiéndose un poco dueña de los hijos que se fueron y vuelven por ver a su madre.
Qué lindo sueño ¿verdad?, me gusta pensar en la de verdad vestida de rojo, blanco por dentro, rosarios, propios y otros de prestado, pañuelito de encaje blanco, pendientes de oro, corona dorada. ¡Como la llevan!, a paso ligero, al ritmo de sus voces,- Santa; Pura, Vida, Esperanza y Dulzura. Gozoso día. Los hombres del campo vestidos de limpio, se arremolinaban ante el desfile de prendas traídas para ella, igual que las joyas de Ofir.
Siento en mi especial gusto por esos días de niñez. Parecía incluso grande. Al verla y vestirla hoy, veo que en un cuerpo rígido, aunque articulado, realizado en madera, hierro y estopa. Las telas más nobles, bordadas con purísimo amor filial, pueden cubrir apenas su grandeza y magnificencia. Aunque pequeña en talla, su Alteza no conoce fronteras; igual da verla rodeada de marismas y pinares, que en una gruta, o verla perderse mar adentro en una falúa. Ella está en siempre a nuestro lado. 

Las ruedas de los carros que llevan los Simpecados van llenándose de polvo por el camino y ella, ama que cuida, retira esa tierra, lima la rebaba. Así es, queramos o no, pero podemos sentirnos afortunados.

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