lunes, 23 de agosto de 2010

Ascensión

No se como empezar. El caso es que no creo ni siquiera que interese. Pero de cualquier manera quiero contarlo. Puede ser que no sea necesario, a nedie le interesa ya escuchar historias de cosas viejas, y vieja es la que tengo en mente. Creo que ya se como empezar...

La vieja casita solo tenia una entrada. Una boca negra en medio de la fachada de cal lavada por la lluvia de los tiempos. Los geranios de la macetas quedaban en la memoria, y estas, del azul más exuberante denotaban la bonanza de épocas pasadas, cuando los hombres regresaban con los cintos llenos de perdices, montados en sus relucientes caballerias, con las escopetas en ristre y la rehala nerviosa, jugeteando en redoedor a la espera de su reconpensa. Los dias que más, traian perdices y conejos, algún faisan y zorras y lagartos. Los dias de suerte traian orgullosos los javalíes, los corzos y los venados en transportines imporovisados.

No es justo decir que la hubiesen abandonado, ella estaba alli, sentadita en su silla de aneas pintada de verde, con el fondo negro de la puerta de su casa. La puerta. Esa es otra cuestión. Las puertas son en cierto modo las bocas de las casas ¿no? . Las bocas y mas cosas, ya que por ellas entran y salen todos los elementos que la conforman. Esa puerta, no solo los listones ennegrecidos de castaño, sino también el granito del dintél y de las jambas, significaba mucho para ella. Atravesandola y no a muchas habitaciones de distancia, habia venido ella al mundo, al igual que sus antepasados, todos desde la fecha que se desdibujaba por el dintel de la puerta; Ave Maria-Gratia Plena Anno de 18...Sola. Es lo que me evoca esta visión.

Pero en realidad ¿que podemos esperar?. Las bonanzas acabaron, la caza estaba en los extremos de la extincion y las calderas de siderúrgias vizcainas ardian en ansias de progreso y de futuro. Y ¿ella?, alli se quedó. No creo que ya sea capaz de responder si se le pregunta, pero en su interior guarda la pena de ver a los suyos partir hacia el norte, dejando su hogar para perderse en los sueños de la modernidad, en el metal, en el hormigón, en el cristal, gente que viene y que va. ¿Donde está alli el lavadero?, ¿y el colmado?, ¿y la tahona?, ¿y el molino?. -El cartero tiene que tener una buena montura para repartir el correo a toda esa gente. Los noños se rien de la ignoirancia de los mayores, es comprensible, o ¿no?.
Imaginaos una gran enciclopedia del saber, pero en un idima que nos sea extraño. Un idioma ininteligible para la humanidad. Eso veo en ella, una enciclopedia negra y enjuta sentada encima de madera y esparto inerte. ¿El mito de Dafne?, no. Su vida nunca será contada de esa manera, solo que el trágico final es inevitable. Las cualidades del objeto son involuntariamente adquiridas por la persona, no la concibo sin su silla verde, sin sus fachada blanca, sin su puerta negra. ¿Os he hablado del balcón? Que lindo, negro de forja, con zarzillos y jaeces, como una gitana o un purasangre. Pero lo mejor no está por encima, no, es necesario mirarlo de otro modo. Al colocarse debajo se descubre un azulejado soberbio. Piezas talaveranas de una blaqui-añil envidiable, que se tejen en estrellas fabulosas, haciendole de palio a la santa que alberga. Palio o mas bien dosel, doselete de Asunción, como la que traian las mozas en procesión cada quince de Agosto.

Que lastima da verla de esta manera. No conoce a nadie, es una extraña y todo el mundo le es extraño.
¿El cambio de los tiempos? Es probable. Pero creo que esta muñeca de trapo, titere vestidita de viuda, bajo su dosel y sus macetas, su puerta, sus rejas, su fachada encalada y sus recuerdos de otros tiempos, de las perdices y las rehalas, esa es el verdadero tiempo. Es la marionea del mismo Cronos que viene a darnos una pista del astuto entramado que nos tiene preparado. Asi es, siempre fue y debemos esperar que asi continue siendo.

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